El acné se caracteriza por la aparición de comedones y pápulo-pústulas en cara y tronco en los casos leves, y quistes y nódulos que tienden a dejar cicatrices en los severos. No es una enfermedad exclusiva de la adolescencia, pues puede afectar a ambos sexos hasta edades avanzadas. Es una de las enfermedades de la piel más frecuentes y que más afecta a la imagen corporal y más disminuye la calidad de vida de los que la padecen. Dado que con el tratamiento adecuado se curan casi todos los casos, es importante consultar a un buen especialista en dermatología si se padece esta enfermedad y se desea ponerle remedio.
La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta a la piel de la cara con diferentes manifestaciones en función del estadio clínico. La rosácea eritematosa o cuperosis se caracteriza por la aparición de eritema y finas lesiones vasculares denominadas telangiectasias en los pómulos, mejillas y pirámide nasal. La aparición repentina de sensación de calor y enrojecimiento facial con los cambios de temperatura, alimentos picantes, nervios… es también un síntoma frecuente y muy molesto. La rosácea inflamatoria se caracteriza por la aparición de pequeños granitos rojos, muchas veces con contenido purulento, en mejillas o región peribucal. También existe una rosácea con fimas que provoca un engrosamiento de la piel, muy inestética, de la nariz o de otras zonas de la cara, y una rosácea ocular, que se caracteriza por la afectación de los párpados.
La rosácea es una enfermedad de manejo complejo, y asocia un tratamiento médico con la realización de unos cuidados específicos para la piel (consideradas como intolerantes, o reactivas). Con cierta frecuencia las personas con rosácea asocian otros procesos en su piel como dermatitis seborreica o dermatitis de contacto.
La dermatitis perioral es un proceso inflamatorio de la piel de origen y manejo muy similar a la rosácea.