Los tumores cutáneos representan el tipo de cáncer más frecuente del ser humano, con una elevada incidencia y prevalencia incluso en edades jóvenes de la vida.
Las lesiones premalignas son aquellas que tienen capacidad de originar en su evolución un cáncer de piel. Actualmente gran parte del esfuerzo terapéutico de la oncología cutánea se centra en prevenir y eliminar estas lesiones con diversos métodos como los tratamientos inmunomoduladores o la terapia fotodinámica. En este caso una adecuada prevención es el mejor tratamiento ya que se evitan cirugías mutilantes y procedimientos posteriores más agresivos.
El cáncer de piel no melanoma es extraordinariamente frecuente en aquellos individuos que por circunstancias laborales o personales han estado expuestos a la radiación ultravioleta a lo largo de su vida. Como suele aparecer en áreas fotoexpuestas, principalmente en cara, un diagnóstico precoz es clave para evitar intervenciones quirúrgicas agresivas.
El cáncer de piel melanoma se relaciona más con la exposición solar esporádica - recreacional y con las quemaduras solares previas. Puede aparecer a cualquier edad y su pronóstico está condicionado por el grosor del tumor medido en milímetros. Por este motivo son importantes la autoexploración y la valoración dermatológica completa, que incluye la realización de un mapeo clínico y de un control dermatoscópico de todo el cuerpo. En los pacientes de alto riesgo se recomienda la recogida de fotografías digitales para seguimiento posterior (técnica conocida como dermatoscopia digitalizada). En el melanoma, un diagnóstico a tiempo puede salvarnos la vida.